Las mujeres tenemos menos dinero que los hombres. Por las mismas horas trabajadas, las mujeres cobran menos dinero que los hombres, es decir, la hora de trabajo de la mujer vale menos que la del hombre. A su vez, como somos nosotras las que seguimos haciéndonos cargo en mayor proporción de las tareas de cuidado, somos quienes tomamos trabajos de tiempo parcial o media jornada que son peor remunerados. Y su salario, en las parejas, se lo concibe como algo complementario al del hombre.
La independencia económica es un componente clave del desarrollo personal de las mujeres, de sus oportunidades, de sus proyectos e incluso de su salud. Hablar sobre dinero y tener mayor información sobre este tema nos brinda la oportunidad de tomar decisiones financieras informadas y tener mayor control sobre nuestro futuro económico. Una relación más estratégica con el dinero nos puede proporcionar mayor autonomía y libertad para tomar decisiones que se alineen con metas personales y profesionales. Cuando tengo dinero, tengo opciones; puedo comenzar un negocio, viajar, donar a donde quiera, cortar con la relación tóxica, renunciar al trabajo tóxico.
Quienes somos mujeres o trabajamos con mujeres sabemos que el elemento económico puede ser fundamental a la hora de pensar en dejar un trabajo o una relación. Quienes no cuentan con recursos económicos suficientes pueden llegar a privarlas de poder irse de una relación, una casa o un trabajo que ya no quieren.
¿Por qué el tema de la relación de las mujeres con el dinero es un tema de desigualdad y socialización?
Las mujeres estamos entrenadas para jugar en pequeño, para no hacer ruido y evitar incomodar. Se nos enseña a dejar nuestro salario para el final, nuestras ganancias en un segundo plano.
Uno de los mensajes que recibimos es que debemos aumentar nuestro capital buscando una pareja, preferiblemente un hombre, y una relación que nos haga crecer económicamente.
En muchos contextos sociales y culturales, las expectativas tradicionales de género dictan que las mujeres deben centrarse más en el cuidado de la familia, el hogar y el bienestar emocional de los demás en lugar de enfocarse en el desarrollo de habilidades financieras y la búsqueda activa de la riqueza. Desde pequeñas, no se nos educa, entrena ni enseña a producir riqueza, a pensar en términos de capitalización, a hablar sobre ello o a aprender estrategias y recursos para hacerlo. Lo que se espera de nosotras es completamente distinto. Eso es lo que hemos aprendido y es eso lo que quiero que hablemos en este episodio.
¿Por qué las mujeres no tenemos dinero en la misma medida que los hombres?
Las mujeres seguimos cobrando menos que los hombres por el mismo trabajo. Las mujeres seguimos siendo las que nos ocupamos principalmente de las tareas de cuidado, las que tomamos trabajos de tiempo parcial o mal remunerados, las que tenemos menos oportunidades laborales. Esto se debe a cuestiones sistémicas, estructurales y de género.
La feminización de la pobreza se refiere a que las mujeres tienen más probabilidades de vivir en condiciones de pobreza o tener ingresos más bajos que los hombres. Es un fenómeno en el que las mujeres enfrentan desventajas económicas y sociales que las colocan en una situación de mayor vulnerabilidad económica. Esto pasa por la brecha salarial de género, el acceso limitado a oportunidades laborales, las responsabilidades que se nos exige de desarrollar las tareas no remuneradas o la desigualdad en el acceso a recursos y servicios. En resumen, la feminización de la pobreza implica que las mujeres son más susceptibles a experimentar situaciones de escasez económica y tienen menos posibilidades de alcanzar la prosperidad financiera en comparación con los hombres.
Aclaro esto porque que las mujeres cuenten con menos recursos económicos no se debe, como algunos dicen, a los gastos hormiga únicamente, ni con ser quienes compramos la merienda de nuestros hijos, los medicamentos de las personas a nuestro cuidado (como nuestros padres, hijos, etcétera), ni a hacerse la manicura, teñirse o comer sushi.
La feminización de la pobreza es por causas sistémicas, estructurales, no tiene que ver con nosotras. Al menos no en un 100 por ciento. Dicho este disclaimer, hay una parte que sí nos toca, que sí está bajo nuestro control: nuestro crecimiento económico. Como dije, no el 100 %, pues nacer mujer, en determinado país, con determinada lengua, en determinada familia, con determinados rasgos o color de piel, capacidades o con acceso a determinados recursos nos hace formar parte de uno u otro escalón económico.
Pero aun teniendo en cuenta eso, quiero también tener una conversación de dinero y capitalización.Ya que no tenerla impacta en nuestra salud y nuestras condiciones materiales de vida.
Ser mujer = no perseguir riqueza
Pensemos en las narrativas alrededor del dinero con sesgo de género. Empecemos por la socialización. La socialización de género es el proceso mediante el cual aprendemos y adoptamos las normas, roles y comportamientos que la sociedad asigna a cada género, cómo ser hombre y cómo ser mujer. Desde que nacemos, la sociedad nos enseña qué se espera de nosotros/as basado en nuestro género. Por ejemplo, a los niños se les puede enseñar que deben ser fuertes, valientes y racionales, mientras que a las niñas se les enseña a ser sensibles, empáticas y más emocionales.
Estas expectativas de género influyen en cómo nos comportamos, cómo tomamos decisiones y cómo nos relacionamos con el dinero. Desde chicas, a las niñas se les pone un bebé en brazos para atenderlo, mientras a los niños se les regalan Legos para construir inmensos edificios, se les regalan naves espaciales, aviones y demás.
La socialización de género puede influir en muchas áreas de nuestras vidas, como las decisiones laborales, las relaciones personales y la forma en que expresamos nuestras emociones, qué tipo de decisiones tomamos, qué se espera de nosotras y cómo nos relacionaremos tarde o temprano con el dinero.
A menudo, las niñas y las mujeres son criadas para ser más modestas, menos ambiciosas y a jugar un papel secundario en la toma de decisiones financieras. Se les puede animar a ser más ahorradoras que inversionistas, más cautelosas que emprendedoras y a buscar la seguridad económica en lugar de asumir riesgos que podrían conducir a una mayor prosperidad.
Además, el lenguaje y las expectativas culturales refuerzan estas diferencias. A las mujeres se les elogia más por ser cuidadosas, compasivas y abnegadas, mientras que a los hombres se les enaltece por ser ambiciosos, audaces y exitosos en términos financieros. Este enfoque puede llevar a que las mujeres sientan que su valía está más vinculada a su capacidad para cuidar a los demás y sacrificar sus necesidades personales en lugar de buscar su propio crecimiento financiero.
Citando algunas conversaciones sobre dinero y consejos financieros con sesgos de género: a los varones se les dice que para tener dinero inviertan más, se expandan, jueguen a lo grande, metan dinero en bienes raíces, en el mercado de valores o en fondos de inversión. A las mujeres se les dice que gasten menos, recorten gastos “innecesarios”, que se hagan más chicas, en definitiva, que jueguen a menos. Citando lo que dice Tori Dunlap, los gastos frívolos se nos dice que son los gastos de las mujeres, spa, manicura. No juegos de golf, automóviles de lujo, equipos electrónicos de última generación o videojuegos, o incluso coleccionar objetos como arte o cosas antiguas, etcétera. De nuevo, los gastos frívolos, para la sociedad, tienen cara de mujer... Huele raro ¿no?
Para tener esa confianza financiera, a los varones se les dice que inviertan y vayan a lo grande, mientras a las mujeres se nos dice que recortemos gastos y que juguemos pequeño.
Como resultado, a las mujeres se les puede dificultar hablar abiertamente sobre dinero, invertir en sí mismas y buscar oportunidades para capitalizarse. La falta de educación y entrenamiento en términos de habilidades financieras y estrategias de riqueza puede perpetuar la desigualdad económica de género y limitar las oportunidades de crecimiento y desarrollo personal.
La Doble Vara de Medir: Ambición y Riqueza en Hombres y Mujeres
Querer dinero y ser mujer no son dos cosas que vayan juntas. Si eres ambiciosa económicamente, está mal visto, eres juzgada, no se espera eso de ti, estás retando la norma, a lo esperado. Que quieras dinero y lo expreses hará que haya gente que lo condene, opine sobre eso, crea que tiene el aval de juzgarte por ser mujer y ser ambiciosa económicamente. De nosotras se espera un salario que sea complementario al de nuestra pareja o que nos dediquemos a trabajos feminizados, por ende, peor remunerados.
Piensa que las carreras feminizadas son las que tienen salarios más bajos, generalmente. Imagina que eres médica, psicóloga, enfermera, maestra, acompañante terapéutica, trabajadora social y quieres cobrar alto por tu trabajo. No solo se te demanda ocuparte de las tareas sociales de cuidado, sino que también se te demanda vocación, y todas sabemos que la vocación no viene con un cheque ni con discutir salarios.
Tómate un momento en estos días para revisar lo que te decía tu familia sobre tener dinero, qué te decía la TV o la publicidad acerca del dinero, a quién está dirigido cuando nombra el dinero, los textos, las revistas, los personajes en las películas o series o libros ¿quiénes tienen dinero? ¿quiénes son los que saben de dinero? ¿qué te dicen los consultores o consejeros financieros? ¿te hablan a ti de dinero o a los hombres? ¿los medios? ¿la publicidad? ¿de qué te hablan a ti? Te hablan de productos de limpieza, de belleza y de decoración. A los varones les están hablando de cómo invertir en bienes raíces, de cómo comprar inmuebles, mientras a nosotras nos están vendiendo el cómo decorarlo. No quiero que con esto parezca que hay tareas de mayor o menor valor, sin embargo socialmente hay una distribución desigual de recursos, capitales y trabajos. Y desde que somos niñas recibimos mensajes de que el dinero y capitalizarnos no es cosa de nosotras.
Tener riqueza y ser mujer: un pasaje a ser juzgada
Pensemos en referentas mujeres con mucho dinero y la absurda desproporción con respecto a referentes hombres. Primero, que una mujer tenga riqueza se asume que no es por mérito o trabajo propio. Se espera que sea resultado del trabajo hecho por su pareja, varón claro, o su padre. Herencia familiar. Segundo: cuando las mujeres tienen dinero, se las juzga por acumularlo y no donarlo, ayudar a otros u otras, mejorar las condiciones materiales de su alrededor. Sin embargo, con los hombres no pasa eso. Ellos pueden acumular capital en paz, a las mujeres nos persiguen, nos juzgan, nos reprochan por hacerlo. Nos comunican que nuestro valor y nuestro capital está en servir al cuidado y la asistencia. El de los hombres está en producir más capital. Mujer: servicio y brindar ayuda. Varón: producir más capital. Y esto no es tema de altruismo, pues la socialización que tenemos las mujeres referidas al altruismo es lo que, para mí, puede salvar el mundo. Sin embargo, aquí no estamos hablando de qué es lo correcto o incorrecto. Aquí quiero presentar la imagen de desigualdad, discutir sexismo.
Si una mujer tiene la audacia de perseguir abundancia (y no hablo de abundancia del universo, hablo de abundancia material, rigurosa), si tiene la audacia de querer riqueza, si tiene la audacia de querer más dinero, es una persona con avaricia, ambición desmedida, o es creída y un poco irracional. Incluso egoísta, pues se espera que las mujeres deben ser más orientadas hacia los demás y menos enfocadas en sus propios intereses económicos.
Todo esto no pasa con los hombres ni reciben el mismo tipo de mensajes. La doble vara: en hombres pueden sacarse una foto con su auto, su moto, su Rolex, o su jet y la devolución suele ser positiva. Tanto así que les hacen películas, libros, series, los ponen en tapas de revista, los invitan a reuniones o los sientan en los directorios de compañías. En mujeres, eso mismo se castiga, mostrar capital es de frívola, cae mal. De nosotras se espera belleza y no ambición.
¿Por qué me importa todo esto? Porque una mujer con recursos, con capital, con dinero es una mujer más libre. Está menos condicionada por el entorno, es una mujer con control de su propia vida.
Y retomo lo que decía al principio: es una mujer con la posibilidad de cambiar de trabajo, de comenzar su propio negocio, separarse de su pareja, mudarse de país, apoyar a otras mujeres, subvertir el orden a su alrededor. Una mujer que negocia sus condiciones de trabajo o su salario, que genera riqueza, que incrementa su patrimonio, que aumenta su capital puede tomar mejores decisiones sobre su vida e incluso mejores decisiones para su comunidad.
Hecho este delineamiento de por qué nos debería interesar la relación que tenemos con el dinero, espero haberte convencido al menos un poco de que es importante, y que si no son charlas que damos nosotras, alguien las dará por nosotras, que es lo que pasa, todos los días.
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